de Nicola Iannarilli – Quito

Soy Nicola, un joven italiano dispuesto a ayudar a los demás y con ganas de marcar la diferencia en el mundo. En los últimos meses he tenido la extraordinaria oportunidad de vivir una experiencia única de Servicio Civil en Ecuador, inmerso en la majestuosidad de los Andes y la calidez acogedora de su gente. Participo en un proyecto dedicado a la asistencia a migrantes, un tema de relevancia mundial que ha encontrado una dimensión particular en esta región de América Latina. Aquí, las comunidades suelen lidiar con los retos de la migración, un fenómeno que no solo representa una realidad compleja, sino que también está cargado de increíbles historias humanas.

Mi día comienza con el entusiasmo de afrontar nuevos retos y la urgencia de ayudar a mejorar las condiciones de vida de quienes se han embarcado en un viaje migratorio a menudo difícil e incierto. Mi función es ofrecer asistencia jurídica, garantizando que los migrantes tengan acceso a los recursos básicos. He aprendido a tratar cuestiones relacionadas con los visados, los derechos y la integración en la sociedad de acogida. Cada caso es único y requiere enfoques personalizados y un profundo conocimiento de las leyes locales y la dinámica social. A través de entrevistas empáticas, escucho sus historias de retos y sacrificios, a menudo relacionadas con trayectorias migratorias difíciles y a veces dramáticas. Mi misión es, por tanto, ofrecer asesoramiento jurídico, orientación y apoyo emocional a quienes se encuentran en un país extranjero, a menudo sin red de seguridad.

Trabajar estrechamente con estas personas me permitió comprender en profundidad sus historias, sus sueños y las dificultades que encontraron en el camino. La diversidad de sus experiencias migratorias es asombrosa; cada individuo trae consigo una experiencia única. Los Andes, con sus impresionantes paisajes, se convierten en el escenario de un compromiso diario que va más allá de la geografía: se trata de tender puentes humanos, derribar barreras invisibles y promover una cultura de la acogida. Junto con mis colegas ecuatorianos, hemos creado un entorno seguro e integrador en el que todos pueden sentirse parte de una comunidad más amplia, dispuesta a acoger y apoyar.

He aprendido a afrontar los retos con determinación, a colaborar en un contexto multicultural y a ver el mundo a través de los ojos de quienes, a pesar de la adversidad, siguen esperando un futuro mejor. Y cada día, la gratitud en los ojos de aquellos a quienes ayudamos se convierte en nuestra mayor recompensa. Hoy, al contemplar los Andes que se alzan majestuosos en el horizonte, sé que estoy contribuyendo, aunque sólo sea en pequeña medida, a tejer una red de solidaridad y esperanza. Mi viaje de Servicio Civil en Ecuador es un viaje de crecimiento personal y profesional. Estoy conociendo a personas valientes y decididas a construir una vida digna a pesar de la adversidad. He tenido la oportunidad de trabajar codo con codo con colegas ecuatorianos igualmente apasionados, compartiendo ideas y estrategias para afrontar los retos de nuestro trabajo.

Además del aspecto profesional, estoy viviendo momentos inolvidables explorando la belleza natural de Ecuador y sumergiéndome en las tradiciones locales. Mi servicio civil no es sólo un compromiso laboral, sino una experiencia humana que ha ampliado las fronteras de mi mundo y enriquecido mis conocimientos. En conclusión, creo que mi servicio comunitario en Ecuador fue un capítulo importante de mi vida, un testimonio del poder transformador del compromiso social y la solidaridad. En un mundo en el que las fronteras parecen dividir y querer dividirnos, estoy aprendiendo que la justicia y la humanidad pueden unirnos, independientemente de las diferencias.