di Ludovica Voerzio – Lago Agrio

Hace unos meses crucé el Atlántico para aterrizar en Ecuador, un país y una parte del mundo completamente desconocidos para mí, pero que siempre ha tenido para mí cierto atractivo.

Ecuador no es ciertamente el país más idílico para vivir desde hace dos años, dada la profunda inestabilidad social y política que hace cada vez más difícil vivir y conocer el país de forma despreocupada y segura.

Ciertamente, la seguridad y el riesgo son dos de los puntos con los que he estado viviendo desde el inicio de mi servicio; Me encuentro precisamente, en la provincia de Sucumbio, más precisamente en Lago Agrio, ciudad ubicada en la región amazónica del país, al nororiente del mismo, zona que coincide exactamente con la frontera entre Ecuador y Colombia. Sucumbíos siempre ha sido un territorio profundamente inestable y vulnerable, desde diversos puntos de vista, como el ambiental, social y económico. La proximidad a la frontera hace que la provincia esté particularmente expuesta a la presencia de narcotraficantes y grupos armados ilegales, lo que aumenta la incertidumbre y el nivel de violencia en la zona. Además, desde la década de 1970, Lago Agrio ha estado asociado a la extracción de petróleo y los consecuentes daños ambientales que ello conlleva, como la contaminación del suelo, el aire, las aguas de los ríos y daños irreversibles a la biodiversidad amazónica.

Me encuentro en este ámbito complejo y no siempre fácil de digerir porque elegí realizar el servicio civil universal, en una organización que tiene su sede en esta misma ciudad, la Federación de Mujeres de Sucumbíos. La FMS opera en el territorio desde hace casi 40 años y es la federación de mujeres más grande de todo el Ecuador. Realiza una labor fundamental en el territorio, sobre todo dado el abandono que se tiene de esta zona del país, de hecho se dedica a promover los derechos de las mujeres y su participación activa en la comunidad, la igualdad de género y el desarrollo sostenible, especialmente en las zonas más rurales. Se trabaja simultáneamente en dos áreas, ligadas entre sí, que son la eliminación de todo tipo de violencia basada en género, que es la rama que se desarrolla especialmente en el centro de atención externa de “Puerta Violeta” donde mujeres, adolescentes, niños y niñas pueden recibir ayuda, en casos de abuso y violencia; y en el albergue “Casa Amiga”, donde además de un lugar seguro donde pueden vivir con sus hijos, encuentran un lugar donde les es posible emprender un camino de apoyo y recuperación. Por otra parte, se está desarrollando la rama de empoderamiento de la mujer, que tiene como objetivo apoyar a las mujeres en la creación de su propia autonomía económica, a través de la creación de “pequeñas empresas”, pero también gracias a formaciones específicas, que van desde el nivel puramente académico y de aprendizaje de nociones, hasta cursos más centrados en la comprensión de cómo gestionar las situaciones de violencia cotidiana, pero también en la mera comprensión de la misma, para que las mujeres acompañantes puedan acceder a todas las herramientas que son necesarias para reconocer y, posiblemente, prevenir la violencia.

Uno de los aspectos que más me intriga de la rama de “empoderamiento” es la red de organizaciones exclusivamente de mujeres que FMS ha logrado crear paulatinamente a lo largo de los años; De hecho, a la Federación están afiliadas un centenar de organizaciones repartidas por el territorio que, a través de la colaboración con la FMS, intentan afirmarse y recuperar su espacio de protagonistas en la sociedad.

En concreto, durante este periodo pude trabajar con mujeres emprendedoras, contribuyendo a su desarrollo profesional y fortaleciendo su capacidad para crear productos/servicios y venderlos. Las apoyé en iniciativas de formación, siguiendo las actividades de varias organizaciones locales de mujeres de la zona, lo que me permitió conocer más profundamente las realidades que me rodean, con todos sus matices, incluso los más difíciles y complicados de digerir, pero al mismo tiempo todo el potencial que posee. Mi trabajo también incluye la programación y el seguimiento de todos los aspectos de la creación y desarrollo de eventos para crear conciencia sobre las desigualdades sociales, la comunicación, el intercambio de experiencias, el análisis en profundidad, pero también la comercialización de espacios para incentivar aún más el trabajo de nuestros compañeros emprendedores.

Como dije antes, definitivamente no es una experiencia fácil y lineal, al contrario, está llena de altibajos, donde algunos días son malos y te hacen querer dejarlo todo e irte, y otros son tan hermosos y estimulantes que te hacen entender realmente el significado de esta experiencia. Pero me doy cuenta de cómo esta experiencia me está afectando profundamente, haciéndome comprender lo importante que es la comunidad como herramienta de cambio o mejorar la vida de las personas que nos rodean.

Al principio había una sensación de incertidumbre y quizás de ansiedad. Partir hacia un país extranjero, lejos de tu zona de confort, puede ser un paso aterrador. La cultura, el contexto social son nuevos y desconocidos. Pero al mismo tiempo sientes una mezcla de curiosidad y aprehensión, preguntándote si serás capaz de adaptarte y sumergirte en esta nueva realidad.

Aunque todavía me queda mucho camino por recorrer, me siento enriquecida con información, conocimientos, emociones y experiencias, pero también con una visión más amplia del mundo que conozco, lo que me está permitiendo descubrir más como persona y como mujer.