de Olga Romagnoli – Quito

Desde el 25 de septiembre de 2023 formamos parte de la Escuelita bilingüe ‘Yachay Wasi’ (‘casa del saber’ en kichwa). Durante estos meses hemos podido observar y vivir una forma de vida alternativa y conocer a los verdaderos representantes de la cultura kichwa quienes nos introdujeron a una visión diferente de entender el mundo; de hecho, el trabajo en la escuela se realiza a través de gestos, acciones y rituales, basados en la humildad y el respeto.

La característica principal de esta forma de vivir es el reconocimiento de que siempre estamos conectados con todo lo que nos rodea. De hecho, se percibe un profundo respeto por la Pachamama (la diosa de la fertilidad, de la abundancia, de la fecundidad venerada por los pueblos indígenas de los Andes y divinidad de la Tierra, el conjunto de todo, no solo suelo o naturaleza) y, por tanto, por todas las formas de vida, incluso la que no es ‘”ser vivo” para nosotros en Occidente. Desde la primera semana, en una clase de ciencias naturales de primer curso, es decir a niños de 4 a 6 años, me encontré en dificultades cuando tuvieron que identificar seres vivos en un dibujo y también empezaron a rodear rocas, montañas, viento. Para ellos, todo esto representa la vida, igual a la vida humana y, por tanto, capaz de alertar, de enviar señales, digna de respeto y a la que deben pedir permiso antes de “hacer uso”.

En la escuela Yachay Wasi conviven muchas culturas diferentes, ya que en Ecuador cohabitan 14 nacionalidades indígenas distintas, además de los pueblos monubito, mestizo y afroecuatoriano: para esto último, en octubre se organizó en la escuela un festival con danzas, cantos y comida típica para mantener vivas las tradiciones. Como escuela bilingüe kichwa y castellano, Yachay Wasi basa su trabajo en el ideal de ‘Ishkay Yachay’, de los dos saberes: el moderno y el ancestral indígeno. No cuestiona la presencia de escuelas modernas ni pretende el aislamiento cultural: la interacción, la interdependencia, la unificación y la homogeneización son inevitables. Pretende, sin embargo, integrar su propio modo de vida con el de Occidente. De hecho, si el modelo educativo moderno pretende educar para el progreso y el desarrollo, la educación ancestral pretende recuperar el respeto en todas sus expresiones humanas, naturales y divinas.

Precisamente por eso, la enseñanza tampoco está separada de la naturaleza; de hecho, estamos obligados a encontrar formas que impliquen siempre a la Pachamama, la chakra (el huerto como sistema ancestral para la producción sostenible, generalmente llevado a cabo por mujeres de la cultura kichwa), a través de las cuales hacer que los niños aprendan conceptos. Reconozco que me resultó difícil porque mi visión occidental y quizá algo rígida no me permitía encontrar muchas alternativas, sobre todo para la enseñanza de las matemáticas. Por ello, se me explicó que cualquier noción puede ser reconducida a la naturaleza porque es de allí de donde empieza, por lo que si para nosotros la matemática utiliza conceptos como infinito, abstracción, absolutismo, la matemática andina se basa en la concreción, en el concepto de lo finito y en las escalas.

La visión agrocéntrica no se limita a la enseñanza sino que abarca todas las esferas de la vida como el contexto alimentario: sólo se considera alimento lo que está relacionado con la tierra, para ellos está viva, con sensibilidad propia y por eso hay un cuidado absoluto de no dispersarla ni desperdiciarla, muchas veces he visto a los niños recoger del suelo las semillas de maíz, frijoles, habas entre otros para luego guardarlas y dejar que cobren nueva vida una vez sembradas. Además, durante estos meses tanto los mashikuna (‘maestros’, compañeros’, ‘amigos’) como los wawakuna (‘niños’) nos han hablado de las cosas que están absolutamente prohibidas en la escuela, como las bebidas gaseosas, los chicles y todo lo envasado (galletas, snacks, dulces…), ya que estos alimentos están llenos de sustancias químicas que conducen a la degeneración de nuestros cuerpos y mentes. Un suceso que ocurrió en relación con este tema es cuando llegaron invitados de fuera con bebidas para ofrecer, los niños se molestaron y rápidamente vinieron a decirnos que no era Coca Cola lo que habían traído a la escuela, sino ‘Caca Cola’. La comida representa para ellos el modo de vida, por lo que la dieta alimentaria contamina el cuerpo.

Cuando se trata de cuidar el propio cuerpo después de sufrir un traumatismo o una lesión, el uso de plantas tomadas directamente de la chakra también es esencial para ellos. Desde el comienzo de esta experiencia, ya me ha ocurrido dos veces que me he hecho daño en la rodilla y en el pie debido a un sobreesfuerzo. Al enterarse, los mashikuna se preocuparon y me ayudaron aplicando sus medicinas. Seleccionaron plantas como ortiga y Santa Maria que podían aliviar el dolor y calmar la inflamación; además, me aconsejaron que caminara descalzo por el suelo de la chakrita para que el dolor desapareciera debido a la reconexión con la tierra.

En definitiva, puedo decir que la experiencia que estoy viviendo me está ayudando tanto a entender una nueva cultura como a aprender nuevas formas de vida. El respeto a la tierra es fundamental ya que nos acoge cada día, los occidentales muchas veces la dejamos de lado explotando al máximo sus recursos y creo que es realmente importante recuperar estas necesidades básicas que llevamos dentro.