de Olga Storaci – Quito

Qué puedo decir, ya han pasado 4 de los 11 meses que pasaré en Ecuador y parece que el tiempo vuela. A veces siento que ha pasado una eternidad desde que vi a mi familia y amigos, y al mismo tiempo, no puedo creer que hayan pasado cuatro meses desde que tomé el enésimo vuelo de mi vida para comenzar una nueva aventura. Cuatro meses maravillosos en Ecuador que tengo la suerte de pasar y vivir con gente muy especial. Casi parece que el tiempo se me escapa entre los dedos, y apenas puedo detenerlo si no es con mi cámara, que me permite congelar el tiempo, inmortalizando lugares que quizás nunca vuelva a ver, pero sobre todo emociones, sonrisas y momentos de las personas que me rodean y que he conocido durante este tiempo. Momentos que son únicos e irrepetibles en la vida porque están en constante cambio.

Ciertamente esta mudanza tiene algo diferente a lo habitual y representa un viaje de conocimiento de mí misma y de mis límites que es diferente a los anteriores porque en realidad está muy lejos de casa y de mis afectos. He viajado varias veces y también he vivido en lugares con culturas muy diferentes a la mía, pero nunca me había encontrado a tantas horas de distancia de todo lo que considero mi hogar. Ciertamente me resulta muy complejo de manejar a veces, levantarme a las 7 de la mañana para llamar a amigos o familiares antes de ir a trabajar, pedirles que se queden despiertos incluso para saludarme cuando regreso, pero me considero afortunada de contar con tanta gente comprensiva y paciente que reconoce mi forma de ser allí con las posibilidades y modalidades que tengo. A pesar de esto, sin duda lo que más me ayuda es haber encontrado personas maravillosamente diferentes a mí y al mismo tiempo muy afines, aquí mismo en Ecuador.

Cada una de las personas con las que estoy tiene algo muy especial y único y no podría estar más agradecida de haber tenido la oportunidad de conocerlas en este viaje de la vida. Cada uno tiene sus particularidades, algunos se destacan por su dulzura y corazón, otros por el extremo cuidado en las relaciones humanas, otros por el fuego que llevan dentro y que siempre se enciende en defensa de los demás, otros por su extrema paciencia y bondad, otros por su suavidad y espontaneidad, otros por su tranquilidad y amabilidad que transmite un sentimiento de hogar. Siempre he estado convencido de que las personas que conoces hacen el lugar, y a día de hoy no podría estar más convencido. Estoy segura de que una de las cosas más bonitas que me está dando esta experiencia es toda la gente que he conocido y que conoceré y que se llevará un trozo de mi corazón.

No se trata de desmerecer la belleza de Ecuador, que en cuatro meses ha logrado regalarme una abundancia de espectáculos naturales que permanecen en mi corazón. Día a día me voy encariñando más y más con el país, dejándome un creciente deseo de conocerlo cada vez mejor. La naturaleza de este país que he podido experimentar durante estos meses es una maravilla que pone mucha alegría en mi corazón, es poderosa y al mismo tiempo pacífica. En la vida, nunca he sido un amante de las montañas debido a mi falta de espíritu deportivo, mientras que aquí he empezado a apreciarlas, encontrándolas muy fascinantes y evocadoras. Siempre he tenido poca tolerancia a los mosquitos e insectos, pero ante bellezas como Mindo, las picaduras por todo el cuerpo pasan a un segundo plano y las ganas de conocer lugares como la selva amazónica no hacen más que crecer. Encuentro mucha paz en la naturaleza que me rodea y me siento muy afortunada de poder conocer y experimentar tanta biodiversidad.

Hay muchas cosas por las que estoy agradecida a esta experiencia, entre ellas el trabajo que estoy haciendo aquí, que aunque a veces me produce una gran tristeza y pérdida de confianza en el sistema, me está enseñando mucho, me está ayudando a aprender cada vez más cómo relacionarme con los demás de la mejor manera, cómo y cuándo es correcto luchar por algo. Gracias a esta experiencia, estoy aprendiendo a gestionar mejor mis emociones y a canalizarlas hacia lo que merece la pena y a luchar por las cosas en las que creo. Cada vez me doy más cuenta de que los pequeños gestos cuentan y a veces dejan huella. Sin duda, muchas personas la han dejado en mí. Me considero muy afortunada, porque estoy rodeada de un equipo espectacular, lleno de energía, conocimientos, sonrisas, apoyo y un corazón enorme, caras y recuerdos que llevaré conmigo en el futuro.

Habría mucho más que contar, pero como conclusión, diría que estos cuatro meses son un relato de tantas lagunas, montañas, bosques, lluvias, días de sol muy intenso, animales muy dulces, perros que te siguen en aventuras, risas, lágrimas, sonrisas, canciones cantadas a pleno pulmón, películas, charlas de sofá, abrazos, conocidos, encuentros fortuitos y mucho más que espero seguir viviendo en los próximos meses.